Hay lugares que son especialmente abundantes en almas perdidas: hospitales –por la cantidad de muertes que ahí se producen, o porque ahí llegan los recién muertos-; morgues; cementerios; bares –donde pululan las almas adictas al alcohol-; moteles –almas adictas al sexo-; estadios y conciertos de rock –almas adictas a la violencia y/o a las drogas-; hipódromos y casinos –almas adictas al juego compulsivo-; clínicas. En los hospitales los receptores de muchas de estas almas son precisamente los profesionales y personal de apoyo que ahí trabaja. Las almas poco pacíficas se sienten atraídas a campos vibratorios poco brillantes, y por eso en la antigüedad se instauró la vestimenta blanca para los médicos y enfermeras, de modo de no llamar la atención de este tipo de almas perdidas. Las almas pacíficas que se encuentran en el mayor de los desconciertos por la muerte violenta del cuerpo que les correspondía se sienten particularmente atraídas por campos vibratorios brillantes, en que el color blanco predomina, y buscan entonces forma de agarrarse a él. Los médicos, enfermeras y personal que labora en los centros hospitalarios son presa habitual de las posesiones espirituales, por la cercanía que han tenido con los pacientes que llegada la hora de partir no lo hacen porque han creado algún lazo afectivo con los tratantes. Esto se da especialmente en el caso de los crónicos. Lo mismo sucede a personas que han cuidado por mucho tiempo a enfermos terminales. Cuando el terapeuta se encuentra un alma perdida alojada en un paciente se convierte ella en el paciente primario, y al sanar ésta sana el paciente original. La sanación del alma perdida se produce cuando toma conciencia que su cuerpo original murió –por la razón que fuere- y luego de un proceso se va a la luz. Cuando ello se produce el paciente original sana a su vez, porque se ve libre de la carga emocional ajena –por ser la del alma habitante- que le afectaba. Dentro de los ejemplos que he visto en mis pacientes hay algunos que me han llamado la atención, y que relato para que el lector pueda dimensionar el efecto del fenómeno: Un paciente relata que desde hace algún tiempo vive con un grado creciente de tristeza y melancolía. Tenía como residente el alma de uno que había sido un hombre maduro muerto de un ataque al corazón, perteneciente a una congregación rígida y conservadora de una iglesia, que al momento de ver la luz y a pesar que desde ella lo llamaban algunos seres queridos decidió no irse a ella por la sencilla razón que creía que cuando llegara al destino final lo iban a juzgar o Dios, o quien Él designare, por sus actos en vida y le iban a enviar al infierno en forma directa, porque había tenido relaciones sexuales con la empleada de la casa y eso en su congregación era simplemente un pecado mortal, propio de una conducta reprochable y que merecía solamente el infierno como castigo. Como proceso terapéutico se hubo de pedir que un sacerdote de su creencia le explique que no hay castigo ni brazas ni nada, y que puede ir a la luz a gozar de la bondad y amor infinito de Dios. Una vez hecho esto el alma fue a la luz. El paciente original dejó de sentir la tristeza y melancolía, que no eran emociones propias sino del alma habitante. Una paciente relata que se siente muy cansada, con mucho sueño, y con poca energía. Tenía como residente el alma de una niñita cuyo cuerpo murió ahogado en una piscina a la edad de 4 años, y que lo que buscaba era que la paciente original jugara mucho, especialmente con su perro. Estos juegos, inducidos por la voluntad de la huésped, le consumían mucha energía. Lo más importante de este caso es que el alma de la niña entró a la paciente cuando ella estaba en el útero de su madre, antes de nacer, y desde ahí venía con ella. La paciente original consideraba los deseos de jugar como propios y no podía sospechar siquiera que eran causados por la intrusa. Una vez que la nueva paciente –el alma de la niña- hace el trabajo y toma conciencia de su situación puede irse a la luz tranquilamente. Hoy, la paciente original relata que está con mucha energía y ánimo. Hay almas perdidas que no son pacíficas, o que se van convirtiendo en molestas con el correr del tiempo, sin ser oscuras, y se convierten en un permanente calvario para el portador de ellas. Dentro de ellas están, por ejemplo, las que causan adicciones.
El alma se fragmenta, y como es energía pura un trozo de ella puede contener toda la información de ella. Por eso es que este pedazo de alma, el fragmento, trae como mochila las sensaciones, emociones y pensamientos de la vida que acaba de terminar, manifestando ellas entonces a través del cuerpo en el cual se alojan. El alma es holográfica, y un trozo de ella contiene toda la información. Los chamanes conocen técnicas para recuperar los fragmentos de almas y enviarlos a la luz. Los que no somos chamanes debemos elaborar e investigar en técnicas que permitan hacer el trabajo de sanación de modo que sane el paciente original y las almas –o fragmentos de almas- que se alojan en él, ayudándoles a ir a la Luz, que es el espacio al cual vamos todas las almas una vez que se acaba la vida, a recibir toda la bondad, la compasión y el amor infinito de Dios por nosotros, sus hijos, creados a su imagen y semejanza.
Que Dios nos bendiga a todos.
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